Año 271 AL

por **Roslyn Tully** Dom Ago 03, 2014 7:57 pm

EL ASESINO

Un nuevo comienzo

Desembarco del Rey │Año 271 AL

El tiempo que fuera apacible y tranquilo en otros tiempos comenzaba a oscurecerse. Yo lo sabía, yo lo comprendía.

¿Cómo saberlo?, esa era una pregunta fácil. Mi trabajo no es tan solicitado cuando todo está tranquilo. Y en los últimos tiempos las visitas al templo de muchos dioses aumentaban día a día.

Mujeres que querían vengarse de violadores, hombres que querían dejar de soportar a su jefe, hombres ávidos de poder, dinero y ascensos. Hombres que pocas veces podían pagar lo que el don requería de ellos. Pero este no era el caso.

Y aquí me encontraba yo, avanzando tranquilamente con una nueva cara por las calles de desembarco, haciendo los recados de un hombre que esa misma noche recibiría el don.

A decir verdad ese hombre lo tenía muy bien montado, el jefe de los especieros, se había hecho con el control, de gran parte del comercio de desembarco y solo rendía cuentas al consejero de la moneda, el de leyes y al consejero naval de Desembarco, seguramente fáciles de sobornar para que no viesen lo que en la ciudad ocurría, o al menos de fácil hacer que sus mas ávidos allegados les hagan mirar hacia otro lado. Pero cometió un error, cuando a un hombre se le deja sin nada, poco tiene que ofrecer y menos que perder.

Este hombre estuvo de acuerdo con su pago. El quería arrebatar una vida, una vida tendría que pagarnos. El hombre a partir de ese día seria un servicial mayordomo de nuestra casa, procurando mantener nuestras estancias y las de nuestros pequeños aventajados preparadas. Un hombre perdido que acepto dar su vida, por un plato de comida diario y la venganza ante el hombre que le hizo caer. Un hombre que en otros tiempos fuese la mano derecha del jefe de los especieros, que fue expulsado de la sociedad de mercaderes, apaleado y mutilado.

Un hombre que cuando arrastrándose llego a nuestras puertas, solo dijo un nombre.

Johanan Rubian.

Y allí estaba yo, llevando al hombre un vaso de vino especiado, mientras él me observaba con una risa de superioridad. Cogió uno de los papeles de su mesilla cuando le daba el vino y tendiéndomelo anuncio.

–Si todo sigue por el camino trazado. En unas semanas mi poder en desembarco aumentara lo suficiente para ser capaz de tener peso en las decisiones políticas de la ciudad. – Me miro fijamente y dijo leed, leed. – Ahí dice que tendré el control total en los negocios de la ciudad. El consejero de la moneda tendrá que pasar sobre mí para aumentar sus impuestos, el de leyes tendrá que consultarme si estoy de acuerdo con sus edictos y el maldito cangrejo acaparador de barcos tendrá que preguntarme si puede moverlos. – Río con soberbia, demasiada soberbia diría yo. Y pego un buen trago del vaso de vino. Entonces sonreí. – Veo que os alegráis por mi joven. Bien.

–No señor, no me alegro por usted. Si no por todos esos pobres patanes que estaban apunto de caer en tus garras.

–¿Qué? – Dijo levantándose. – Gu… ahgggggggg

Cayó derrumbado sobre sus rodillas y con los ojos saliéndose de sus orbitas.

–El veneno es rápido. Pero no indoloro. Siento eso señor. – Rompí el papel. – También siento esto señor, pero me interesa que el reino se desestabilice. Pero no tanto como para que estalle la guerra en el centro de Desembarco. – Me acerque a la chimenea al fondo de la pared y cogí una de las estacas ardientes. La lance contra la mesa caoba en que descansaban los papeles del jefe de los sederos. – Cogí otra y la lance sobre uno de los aparatosos armarios de la habitación. Cuando vi que el fuego empezaba a prender. Salí de la habitación, luego del edificio por la puerta de servicio, evitando así a los guardianes de su casa. Los gritos de fuego comenzaban a sonar cuando giraba la esquina y antes de salir de Desembarco el fuego y el humo ya eran patentes.

Un trabajo hecho y con suerte, lo suficientemente bien hecho para que nadie supiese como había muerto aquel hombre.